Joven con
discapacidad, ¿doble discriminación?
El acceso a un primer empleo
se ha convertido en todo un reto para los jóvenes, que luchan por encontrar una
primera oportunidad laboral en un mercado laboral cada vez más competitivo, y en
el que se exige experiencia contrastada.
El hecho de tener una
discapacidad no tendría por qué suponer un agravante para encontrar esta
primera experiencia, pero desafortunadamente aún queda un importante camino por
recorrer. Como destaca Francisco
Mesonero: “las empresas deben apostar por procesos de selección por
competencias en los que no haya lugar a la discriminación por factores externos
como puede ser el hecho de tener una discapacidad. Sin embargo, en algunas organizaciones
siguen permaneciendo argumentos que defienden la no contratación de personas
con discapacidad. En la mayor parte de los casos son fruto de desconocimiento o
temor por falta de experiencias previas”.
Los encuestados materializan
esta reflexión en cifras: un 65% opina
que tener un certificado de discapacidad es un obstáculo para encontrar empleo.
De hecho, un 74% no indica en su
currículum esta circunstancia y lo omite en las entrevistas, cuando la
discapacidad no es visible.
Por otra parte,
un 23% opina que la difícil situación económica afecta a todos por igual, mientras
que un 12% es de la opinión contraria, defendiendo que la discapacidad
beneficia en los procesos de selección.
Sensibilizar:
la receta de oro
Los resultados del epígrafe
anterior ponen de relieve que los jóvenes con discapacidad se sienten en
desigualdad a la hora de acceder al mercado laboral. Ante tal circunstancia,
tienen claro cuáles son los mecanismos para enderezar la situación: 6 de cada 10 opina que sensibilizar a las
empresas es la mejor medida para incentivar la contratación de las personas con
discapacidad. Por detrás, un 20%
cree que es necesario dotar a las personas con discapacidad de una orientación
laboral individualizada, ya que a menudo echan en falta recursos para
desenvolverse con autonomía en la búsqueda de empleo. Por su parte, un 11%
opina que la mejor solución pasa por promover campañas de sensibilización entre
la ciudadanía, en medios públicos y de comunicación, con casos reales de
personas con discapacidad trabajando que derriben estereotipos y barreras. Por
último, un 8% apuesta por la inclusión de la discapacidad en la Educación, a
través de una materia en la enseñanza obligatoria que eduque desde edades
tempranas en la diversidad y en la igualdad.
Un futuro
autónomo en la empresa ordinaria
A la
hora de abordar la integración de las personas con discapacidad, el mercado
laboral ofrece diferentes alternativas:
- Los Centros ocupacionales
constituyen un servicio social para el desarrollo personal de las personas con
discapacidad para que puedan superar
obstáculos y adquirir la mayor autonomía. Se trata de una opción positiva cuando
la persona con discapacidad, por el elevado grado de la misma, no puede
integrarse en empresa ordinaria.
- El
siguiente paso son los Centros
Especiales de Empleo, cuya finalidad es la de realizar un trabajo
protegido, participativo y remunerado, siendo un puente o trampolín hacia el
empleo normalizado en la empresa ordinaria.
- Empresa convencional. Se
trata del entorno habitual de trabajo, donde el trabajador con discapacidad
desempeña las mismas funciones que cualquier otro empleado. Se da el salto de
trabajo protegido al empleo con autonomía, aunque en ciertos casos será
necesario ajustar ciertas tareas a las necesidades del trabajador.
Al preguntar a los jóvenes
con discapacidad cómo quieren verse en el futuro, la respuesta es contundente: un 80% aspira a trabajar en la empresa
ordinaria, es decir, en un entorno normalizado –y no protegido- que le permita
desempeñar sus habilidades y competencias como cualquier otro trabajador. Sin
embargo, un 15% se decanta por la modalidad de empleo con apoyo en Centro Especial
de Empleo, seguido de un 5% que prefiere desarrollarse profesionalmente en un
Centro Ocupacional (empleo asistencial y protegido).
A pesar de que la empresa
ordinaria es la opción preferida por todos, los porcentajes varían en función del
tipo de discapacidad. Así, cuando ésta es de tipo intelectual, es mayor la
predisposición a las alternativas ajenas a la empresa ordinaria (30% CEE y 23%
Centro Ocupacional), mientras que las personas con discapacidad física son las
que registran una menor preferencia por estas opciones (sólo un 15% así se
posiciona).
Según Francisco Mesonero, director general de la Fundación Adecco: “los
Centros ocupacionales y Centros Especiales de Empleo cumplen una importante
misión social, siendo el objetivo final
–excluyendo los casos en los que por diferentes
razones no sea posible-que se constituyan como trampolín hacia el empleo de la
empresa ordinaria, el entorno donde se produce la plena integración de forma
normalizada. Desde la Fundación, trabajamos con nuestros candidatos en la adquisición de autonomías y competencias clave
para que puedan desempeñar un puesto de trabajo como cualquier otra persona”.
Independencia más tardía
Según el informe “Jóvenes y
emancipación en España”, elaborado por la FAD, sólo el 47% de los jóvenes entre
25 y 35 años ha abandonado el hogar paternal. Si bien el presente informe
excluye a las personas entre 30 y 35 años, los datos reflejan un porcentaje
mucho más elevado para los encuestados con discapacidad entre 25 y 30 años. En
concreto, un 71% sigue viviendo con sus
padres. A pesar de que el 70% alega motivos económicos, un destacable 17%
manifiesta necesitar ayuda en sus tareas cotidianas, de forma que le resulta
más cómodo y operativo permanecer en el hogar paternal y que sea su familia
quien le apoye en este sentido.
La
Universidad: el gran reto
La plena integración de las
personas con discapacidad sólo puede alcanzarse si ésta se extiende a todos los
ámbitos y esferas de la vida social, económica y cultural. Uno de los más
importantes es, sin duda, el entorno educativo. Según Mesonero: “la Universidad representa la plenitud de la etapa formativa
de cualquier persona y, por tanto, alcanzar la igualdad real pasa por
normalizar la presencia de personas con discapacidad en este entorno”.
Sin embargo, a fecha de hoy,
los universitarios con discapacidad representan tan sólo el 1,3%, una cifra que
ha disminuido durante el último año, pues en el curso 2013-2014 alcanzaron el
1,4%. Así, durante el último año se ha producido el primer descenso de estudiantes con discapacidad matriculados en las
Universidades en los últimos 8 años, según se desprende del último informe
de la Fundación Universia. El descenso ha sido de 21.577 personas, con lo que
la actualidad el número de universitarios con discapacidad cae hasta 1.539.546.
Entre los muchos factores
que pueden influir en este descenso –entre ellos, por qué no, el azar-, resulta
no obstante oportuno señalar que hay que seguir trabajando por promover el
acceso de las personas con discapacidad a la Universidad, incrementando su
confianza para que decidan acceder a estudios superiores.
Es significativo cómo un porcentaje muy destacado de
los que deciden estudiar, se acoge a la modalidad a distancia (40%). Por su
parte, un mayoritario 60% estudia de forma presencial, si bien el 35% de éstos declara haber encontrado
barreras en su entorno formativo. La principal, según las respuestas: un
equipo humano no sensibilizado o acostumbrado a tratar con personas con
discapacidad (44%). También un 40,7% destaca la falta de adaptaciones en las
aulas y un 11,1% las dificultades para acceder al centro debido a la
insuficiente accesibilidad.